Una mirada oriental al soplo invisible que todo lo mueve

En la Medicina Tradicional China, el viento no es solo un fenómeno meteorológico. Es uno de los Seis Factores Climáticos, y a veces, el más temido. Se dice que es “la lanza de las cien enfermedades” porque puede abrir la puerta del cuerpo al desorden, entrando por la nuca como un ladrón silencioso.
Pero el viento también es maestro.
Nos recuerda que todo cambia.
Que lo estático se enferma.
Que la vida, para mantenerse viva, necesita moverse, fluir, sacudirse el polvo del alma.
En el Taoísmo, el viento es el aliento del cielo.
Invisible, pero perceptible.
Suave o feroz, como nuestras emociones.
Nadie lo ve, pero todos lo sentimos.
¿No es así también el dolor? ¿Y la sanación?
Cuando practicamos Qi Gong, Tai Chi o simplemente respiramos con conciencia, nos entrenamos para reconocer el viento en nosotros:
el viento que se arremolina en el pecho,
el que nace en una emoción no expresada,
el que nos arrastra hacia lugares que no queremos ir.
Y también el viento que limpia. Que refresca. Que nos empuja a despertar.
En japonés, kaze es viento, pero también puede implicar espíritu, estilo, movimiento del alma. Y en muchas lenguas antiguas, la palabra para «viento» y «aliento» son la misma.
Como si la vida empezara, sencillamente, por aprender a respirar con el mundo.
Hoy, te invito a escuchar el viento.
No solo el que sopla entre los árboles, sino el que recorre tu cuerpo cuando cierras los ojos.
A veces, en ese susurro, está el mensaje que necesitas.
Y la medicina también.
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