🌿 La calma no tiene nombre (pero sabe detenerse)

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Últimamente florecen modas con nombres nuevos:
slow life, mindfulness, hygge, minimalismo, grounding, forest bathing, digital detox…
Palabras bonitas para decir algo muy antiguo:
que no hace falta correr.
Que la vida no se atrapa, se acompasa.
Que lo más profundo no se acelera.

Hace poco vi a un perro tumbarse en mitad del camino.
El sol le daba en la cara.
La correa tensa.
La humana, apurada.
Y él, simplemente… respiraba.
Me pareció la escena más sabia del día.

Y pensé:
la calma no se consigue.
No se busca como se busca una llave perdida.
La calma llega cuando dejamos de correr tras ella.

Y luego, vino otra idea.
Esa manía humana de poseer.
Poseer un paisaje, una flor, un silencio.
Hacerlo nuestro.
Cercarlo, guardarlo, subirlo.

Pero lo más bello no necesita jaulas.
Es más hermoso ver una flor en el campo que tenerla en un jarrón.
Escuchar un pájaro sin grabarlo.
Mirar el mar sin sacarle una foto.

La verdadera riqueza está en poder mirar sin quedárselo todo.
En pasar por la vida como quien acaricia, no como quien acumula.
En detenerse, simplemente,
como un perro que encuentra sol y decide no moverse.

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