
Nos han enseñado a estar siempre disponibles, a dar sin descanso, a cuidar de todos antes que de nosotros mismos. A veces, incluso, sentimos que dedicarnos tiempo es egoísmo o prepotencia. Pero no lo es. Cuidarnos es un acto de humildad y de responsabilidad: no podemos sostener lo de fuera si por dentro estamos quebrados.
El cuerpo no es solo el vehículo que nos lleva, es el lugar donde habitamos. Es el espacio en el que sentimos, creamos, amamos, reímos y lloramos. Es sagrado, aunque a menudo lo olvidemos.
En nuestras prácticas de meditación, Qi Gong, Tai Chi o yoga, aprendemos a escucharlo. A tratarlo con respeto, sin exigencias ni castigos. A entender que cuando el cuerpo habla —con un dolor, una tensión o un suspiro— es porque necesita ser atendido.
Cuidar tu cuerpo no es un lujo. Es un derecho. Y también, una forma de amor.
Y a veces, ese cuidado implica silencio. Soledad. Espacios sin exigencias, sin ruidos, sin pantallas. Porque en ese silencio —tan temido a veces— también hay una forma de sanación. No todo tiene que compartirse, explicarse o resolverse al instante. Hay instantes en los que simplemente estar contigo es suficiente.
Y sobre todo: no te maltrates a ti misma.
No te hables mal. No te exijas más de lo que puedes. No ignores lo que duele ni te acostumbres a lo que te rompe.
Háblate con la misma ternura con la que consolarías a alguien que amas. Cuídate como cuidarías algo frágil, algo único, algo que no se puede reemplazar. Porque eso eres.
Aquí te dejamos algunos gestos sencillos para empezar hoy mismo:
- Respira profundo, al menos una vez al día, de forma consciente.
- Haz pausas para estirarte, moverte o simplemente sentir cómo estás.
- Aliméntate con presencia, eligiendo lo que de verdad te nutre.
- Escucha al cuerpo sin juicio: si está cansado, déjalo descansar; si está tenso, dale amabilidad.
- Tócate con ternura: un automasaje, una caricia consciente, un baño caliente.
- Permítete placer sin culpa. Reír, caminar, bailar, mirar el mar o cerrar los ojos al sol.
- Busca momentos de soledad tranquila, sin hacer nada. Solo estar. Solo respirar. Solo ser.
Recuerda: no estás aquí para rendir todo el tiempo. Estás aquí para vivir. Y tu cuerpo, tu silencio, tu tiempo y tu voz merecen ser escuchados con amor.
Deja un comentario